Ante las negativas por parte del Director del CEIP “Luis Calandre” de Cartagena, donde casualmente trabajo, a instalar el tradicional belén navideño dentro del Colegio o cederlo a los padres y madres que lo demandaban -para instalarlo fuera del recinto, la polémica se ha desatado en el barrio de Santa Ana, en Cartagena.
La Asociación de Madres y Padres legalmente constituida apoyó, al principio, al Director. El otro grupo de madres y padres, impulsados por el párroco, han recogido firmas y se han ido a los medios de comunicación a exigir a las autoridades educativas lo que consideran su derecho.
La Inspección Educativa le ha pedido al Director que, aunque no aparecía en la Programación General Anual del centro la colocación del Belén, lo que deberían haber hecho es hacer explícito en ella que NO se iba a montar el Belén. Sin embargo, la legislación vigente especifica que la exposición de símbolos religiosos se debe limitar a los espacios de los centros escolares específicamente habilitados a tal efecto. Pero es que, además, al no aparecer en la PGA todo esto huelga.
El Consejero de Educación, Medina Precioso, ha pedido al director que autorice la instalación del Belén, porque “es una tradición no sólo religiosa, sino cultural de la Región Murcia”. Efectivamente. Muchos pensamos que también forma parte de nuestra cultura murciana la especulación inmobiliaria con áreas protegidas y de alto valor ecológico. Con lo que quiero decir que los elementos culturales no son en sí mismos un bien de la comunidad a la que pertenecen que haya que respetar y conservar. No solo dudo de que la colocación de belenes forme parte de la cultura murciana (¿cuál es?, ¿quién la ha definido?, ¿es inmutable?) como dice el consejero, pero lo que sí es más que discutible, desde el punto de vista pedagógico, al menos -que es el que nos ocupa-, es que el lugar del emplazamiento de los mismos contribuya no tanto a defender esa cultura a la que se alude, sino a la difusión pura y dura de los valores religiosos (católicos) que la sustentan. Esto es de lo que se trata, no nos engañemos.
El Claustro, reunido de urgencia, votó mayoritariamente la no instalación del Belén, pero el Consejo Escolar, órgano máximo de decisión, autorizó que se instalara, saltándose la legalidad vigente o, al menos, interpretándola de manera muy parcial.
Desde ayer, por lo tanto, y contrariamente a la opinión mayoritaria del claustro del CEIP Luis Calandre de Cartagena, en el que trabajo, hay un Belén en la entrada del Colegio. También hoy han aparecido pintadas racistas y xenófobas en los muros de acceso al recinto escolar. ¿Casualidad o consecuencia? Que cada cual extraiga sus conclusiones.

Analicemos, grosso modo, la situación en la que nos encontramos:
La Constitución española dice en su artículo 16, apartado 3 (Sección 1ª: De los derechos fundamentales y de las libertades públicas): Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones. “Ninguna confesión tendrá carácter estatal”. ¿Es esto cierto? Pues no. Como queda demostrado cuando vemos el currículo que se imparte en la Escuela Pública, y vemos que todas las personas encargadas de impartir la Enseñanza Religiosa son maestros y maestras nombradas por el Obispo de la diócesis correspondiente (los cuáles ahora gozarán de los mismos derechos laborales que el resto de funcionarios en virtud de los nuevos acuerdos suscritos, eso sí), saltándose los mecanismos que operan para el resto de los maestros y maestras, que tenemos que someternos a la dura criba de las Oposiciones al Estado si queremos formar parte del Cuerpo de maestros.
Pero no acaba aquí la cosa. En la recientemente aprobada Ley Orgánica para la Educación (LOE, 3/5/2006), en el artículo 1, apartado C podemos leer uno de los principios que inspiran el sistema educativo español:
La transmisión y puesta en práctica de valores que favorezcan la libertad personal, la responsabilidad, la ciudadanía democrática, la solidaridad, la tolerancia, la igualdad, el respeto y la justicia, así como que ayuden a superar cualquier tipo de discriminación.”
Así como que ayuden a superar cualquier tipo de discriminación”. Y la Enseñanza Religiosa establece esta discriminación. Primero a nivel de profesorado, como ya hemos dicho. Después a nivel del alumnado. Porque el primer paso de la discriminación es la separación. Y en las aulas españolas se separa a los alumnos que dan religión de los que no. Y son estos últimos a los que se les saca fuera de su grupo cuando el maestro o maestra de religión entra en el aula, lo que desde el punto de vista pedagógico es un guantazo en toda regla a los métodos y enseñanzas didácticas que impartimos diariamente en nuestras aulas, inspiradas todas ellas en la Constitución Española y en los Principios de las leyes educativas que la desarrollan (sin ir más lejos los Refuerzos Educativos al alumno o alumnos que lo necesitan se imparten prioritariamente dentro del aula para no romper el grupo en el que esos alumnos, con necesidades educativas especiales, se encuentran).
Por último, nos encontramos con el deseo de unas madres y de unos padres, no todos, de que el centro educativo monte un belén cristiano, con su niño, sus romanos, su mula y todo eso, que pertenece al folklore murciano en el que muchos ciudadanos y ciudadanas se ven reflejados. Esos mismos padres y madres podrían llevar a sus hijos e hijas a colegios privados y concertados donde la impartición de la religión católica es un hecho diario, pero no. La lucha es dentro de los centros de enseñanza públicos que, en teoría, son aconfesionales.

¿El problema por el que algunas personas nos oponemos a la instalación del Belén es porque nos oponemos a las tradiciones culturales murcianas? No, en absoluto. El problema es que el Belén es una prueba más de que en nuestras aulas se discrimina a una minoría, muy minoritaria y por eso más indefensa y vulnerable, de alumnos y alumnas, que no tienen la culpa de que haya un sector de madres, padres y educadores dispuestos a interpretar la Constitución y las Leyes Educativas de manera discriminadora. Porque la cultura no es algo neutral, como ellos pretenden. Por eso la discriminación aparece al aceptar la instalación de símbolos religiosos dentro de los centros públicos de enseñanza, y no al retirarlos, como algunos pretenden: para nuestra suerte o desgracia en Murcia los belenes abundan por doquier. ¿Dónde está pues la discriminación?
Quien no ha viajado o vivido fuera de su tierra desconoce las dificultades que suponen para el emigrante estar alejado de los suyos y “respirar” una cultura que no le pertenece. Que no siente como propia. ¿Eso le impide trabajar y contribuir con su esfuerzo al enriquecimiento de la población que lo “acoge”? No. Trabaja y genera riqueza, muchas veces en situaciones de injusticia, explotación y menosprecio. Muchas veces, no lo olvidemos.
Cuando surge un problema racista nos echamos las manos a la cabeza y pensamos que nos falta educación para aceptar al diferente. Y es así. Las leyes dicen lo que dicen. Pero la interpretación que unos u otros hagamos de ellas es lo que marcará la diferencia. Por un lado, permiten que maestros y maestras de religión entren en las escuelas por cauces no educativos (en virtud del acuerdo con la Santa Sede, que el gobierno de Zapatero, erróneamente a mi entender, ha vuelto a renovar). Por otro lado, establecen que la exhibición de símbolos religiosos se limitará a los espacios habilitados para ellos. Pero el Belén se ha instalado hoy con la excusa de que forma parte de nuestra cultura, y nada impedirá que mañana las mismas personas exijan, por mor de la tradición cultural, que vuelvan los crucifijos y los padresnuestros a presidir las aulas de nuestras escuelas supuestamente no confesionales.
Porque yo me pregunto, ¿qué les va a impedir reivindicarlo? ¿Cuál es el límite?